
Mi encuentro no terminó con la mera presunción de un autógrafo, le siguió el jarri putter; la chica de la encantadora sonrisa me lo mostraba como si fuese un tesoro, mierda, hasta "mi pequeña hija adoptiva", la pequeña Aisha hacía carillas de fuchi a las loncheras del mago ese lelo. Por alguna razón a sus pasados cuatro años no le "entraba el jarri", ni los niños que se disfrazaban o iban a ver sus películas. La pequeña Aye prefería que yo le contará cómo su madre y yo nos conocimos... jaaa, pobre niña. Ayesha tenía una gata blanca que muchas veces se iba a dormir en medio de nosotros, también le gustaba meterse en el mueble de los cds, en el closet o se perdía un par de días en la calle, en una de esas tantas veces regresó empapada, y la pequeña Ayesha inocentemente arrancó hojas del libro del diablo guardián e hizo "su fogata" para calentar a la gata, si... arrancó unas 10 y le prendió fuego. No estuvo bien aquello, más por lo del fuego, y no menos por mis rencores que esa niña hizo suyos.
Perdí de nuevo otra gran oportunidad de algo ocasional con "esa sonrisa encantadora llena de brillante lipstick", sin embargo, mis rencores son más importantes que una "buena noche", o hasta haber tenido mi primer buen blowjob de verdad.
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